Su carrera militar la comenzó como soldado hasta obtener el diploma de mariscal de campo. Tomó posesión de la presidencia de la Real Audiencia de Nueva Granada en mayo de 1724. En su administración envió misioneros dominicos a Barinas y Pedraza, y jesuitas a los llanos Orientales; hizo reanudar la explotación de las minas de esmeraldas con esclavos negros; mandó reparar varias iglesias en distintos lugares de su jurisdicción; y se preocupó por la reducción pacífica de los indios andaquíes. Para incrementar las rentas reales propuso la venta de tierras baldías y del estanco de aguardiente de caña. Según el oidor Martínez Malo, quien hizo el juicio de residencia, durante el gobierno de Manso hubo una "general carestía de carne y velas". Debido a quebrantos de salud pidió licencia para regresar a España. En febrero de 1731 emprendió el regreso a la península; el gobierno quedó en manos de la Audiencia.
Hemos nombrado incidentalmente al Presidente don Antonio Manso Maldonado, Mariscal de Campo, que acababa de ejercer el destino de Teniente de Rey en Barcelona de España, y que vino al Nuevo Reino a tomar las riendas del Gobierno de la Colonia, de manos del Virrey Villalonga. Llegó Manso a Santafé y se encargó del mando el 17 de mayo de 1724. “Dentró de Presidente el señor Manso, y con él—dice un testigo presencial—la desdicha y tristeza. Trajo de familia un gallego y dos hijos, que fueron bartolos” (12) .
Tocóle a Manso Maldonado, como ya vimos, presidir los lutos de Luis I, y escribió Descripción de las honras y exequias hechas en la muerte del Rey Don Luis I en Santafé de Bogotá, manuscrito que cita un historiador (13) .
En la relación que este Presidente hizo de su Gobierno al Rey de España, se lee, refiriéndose al Nuevo Reino:
Halléle, señor, en la última desolación: los vecinos principales y nobles retirados del lugar, los comercios casi ociosos, vacos los oficios de república, todos abatidos y en una lamentables pobreza.
Se admira Manso al ver que un dominio de la Corona tan vasto y rico por naturaleza, y en su concepto el más rico de cuantos poseía la Monarquía, se hallase habitado por tan misérrimos pobladores. Señala varias causas de atraso, entre ellas las continuas disputas de los Presidentes y golillas de la Audiencia, que entorpecían la marcha del Gobierno y la buena administración de justicia. Clama por que el poderoso brazo del Rey borre una de las causas de la pobreza de los colonos, y dice:
Es así, señor, que la piedad de los fieles de estas partes es excesiva: ha enriquecido a los monasterios y religiones con varias limosnas, obras pías que fundan en sus iglesias, capellanías que dotan para que las sirvan los religiosos, habiendo habido muchas personas que hallándose sin herederos forzosos, en una pequeña casa, solar o hacendilla que dejan, fundan una capellanía que sirva tal a tal convento; con esto y la industria han aumentado caudales con que han comprado haciendas considerables. Acontece, pues, que dan a censo sus principales a los vecinos, a honesto logro de cinco por ciento, con hipoteca de la casa o hacienda que tienen; y si pasado algún tiempo sin pagar los intereses, son ejecutados por ellos y el principal, se vende la finca hipotecada, con que viene a quedar por del convento; con que es rarísima la casa, fundo o heredad que no tenga sobre si un principal equivalente a su precio; de suerte que los dueños vienen a trabajar para pagar réditos a los conventos, sin que les quede con qué sustentarse; y poco a poco se han hecho eclesiásticos todos los raíces de calidad, que apenas se contará casa o hacienda que no sea tributaria de eclesiástico, pues la que no lo es a algún convento, lo es a un clérigo secular, por tener allí fundada su capellanía (14) .
Las palabras del señor Manso revelan laboriosidad y espíritu público, y sus reflexiones son tan acertadas y evidentes, que nuestros lectores han visto multiplicadas en las páginas anteriores de este libro, querellas pueriles que trastornaban el orden social y continuas fundaciones de carácter religioso al lado de las pocas cuyo fin ha sido la beneficencia y la educación de la juventud.
Los historiadores colombianos no mencionan ningún acto útil del Gobierno de Manso, quien el 19 de febrero de 1731 entregó el mando a la Audiencia, y, dice un cronista contemporáneo, “salió de esta ciudad, sin despedirse y con mucho dinero” (15) .
Recordamos que la Audiencia que reunió ese día el Poder Civil y la Administración de Justicia, estaba compuesta de los Oidores don José Martínez Malo, don José Quintana Acebedo y don Jorge Lozano y Peralta, y que servía la Fiscalía don José Castilla.
Seis meses después de haber dejado el Gobierno Manso, ocupó la Silla arzobispal de Santafé, el 27 de agosto de 1731, el doctor don Claudio Alvarez de Quiñones. Este Prelado edificó la primera casa arzobispal en la ciudad, que más tarde veremos fue reconstruida por el Ilustrísimo señor Arbeláez. La mejor custodia de la Catedral, conocida con el nombre de la preciosa, se debe a la generosidad del señor Alvarez.
Tomado de: http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/crbogota/18a.htm
wikipedia.com
Citas disponibles en www.lablaa.org
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